jueves, 23 de diciembre de 2010

Coming clean

Para: Cecilia Moreno, Gabriel Sánchez, Daniel Jaimes, Adrián Orozco, Sebastien Zamoramo, Rodrigo García B., Jorge Estrada y Félix Canales.

Estar enferma, desconfigurada. Sentirme deforme, ser una yo ni siquiera capaz de respirar bien. Mi estado anímico es un picadillo resultante de dos semanas de haber ignorado advertencias. Escribir autobiográficamente sin vocablos sedantes de por medio siempre da pánico, es exponerse demasiado, es entregarle a los demás las entrañas en bandeja de plata. Esta vez ficcionalizar no me funciona. Y aquí están, pestilentes, escurriendo líquido de fuego: mis vísceras, si quieren adornen su árbol de navidad con ellas, si quieren arrójenlas a un perro callejero para que se de un festín de sangre.
Ya no soy yo, soy mi propio escupitajo. Así son mis adentros cuando los expongo; ahuyentan. Aquí sólo hay tinieblas, soy toda carne, soy toda amarga pero soy yo. Yo siempre soy dos polos, yo siempre agua y aceite, incendio y témpano, arriba y abajo, soy claroscuro y no hay en mí tonos intermedios. Escribo para conocerme a mí misma, para recapitular.
Nadando como peces luminosos entre mis zonas abisales, están mis amigos. Bajo de la podredumbre, claramente hiperbolizada por mi pluma, hay fertilidad, fotones bailando con armonías, perfumes herbales, zafiros que se pueden beber, esmeraldas que se pueden fumar.
He dicho no estar enamorada durante cuatro años pero he estado enamorada repartiéndome en multiplicidad de amores. Amores, amistades, da igual. Los veo y me desvivo, y los quiero conocer más. Algunos ocupan lugares tan permanentes que ni vale la pena preocuparse por su integridad, se han fosilizado. Otros, son ese magma incandescente, hermoso, que solidificará en formas de betas. Yo espero que las amistades incipientes maduren en frutos de abuntante y agridulce pulpa. Soy codiciosa, quiero todo eso: quiero el magma, las betas, la incandescencia, deseo que se fosilicen; quiero los frutos, la pulpa, la cáscara y también quiero que ellos me quieran a mí, porque yo puedo no tener un hombre a mi lado --afirman que es indispensable-- pero las amistades nutren, son el líquido en mis raíces. Alguna vez, un par de masculinidades que han destellado más fuerte que todos, me han hecho dudar si son magma o materia cósmica así sin más: otra categoría, porque sentir el impulso de hacerse uno con alguien más se trata de un asunto más estelar que telúrico.
Aquí está cada átomo de mí: deconstrúyanme, fragméntenme, desmoronen mis poros, háganme polvo, viértanme agua y amasen o cohesionen, construyan. Pueden soldar mis miembros como mejor les parezca, este grado desmesurado de disponibilidad rige mi ser y mientras no comparto con nadie más lo que transpira mi existencia; lo comparto con ustedes porque están aquí, y durante y después y después de después, así lo deseo. Detesto extrañarlos. No comprendo por qué nuestras aristas no están tan bien soldadas aun, ni por qué cambiamos de carriles, ni por qué nuestra memoria no es la misma. La única certeza que tengo es que los quiero a mi al rededor, sugiero que dimensionen la profundidad, lo enraizados que están. Los amo. Son el solvente de mi rudeza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario