viernes, 31 de diciembre de 2010

En 2010 las alas ya no caben.

Para Einar Mújica Toscano.

En 2009 me fui de viaje para refundirme durante tres meses en un clima de 40 grados centígrados. Nadé casi todos los días. Me sumergí 9 pies de profundidad para disolver miedos. Herví mis tripas en un jacuzzi. Regresé a mi país con plena consciencia de que quienes aseguraban conocerme, ni la piel me habían visto.
Después de meses de dormir en el suelo, llevando a cuestas los 10 kilos extras que me regalaron las sopas maruchan, los Yogurtland, los cafés de Starbucks y los Slurpees, y tratando de cohesionar los pedacitos de mi corazón deshidratados con en el salitre de un músico de jazz; entré de nuevo a mi pieza, la que tenía mi cama, mis libros estáticos; mis diarios, mutados. Comprendí el sentido de pertenencia, arraigado en el pasado y despuntando hacia el presente. La persona que había adornado esa habitación no era la "yo" que ahora disfrutaba lo mullido del colchón.
El viaje funcionó como la espátula que raspa el sarro. Cambiar de lugar es también viajar en el tiempo, hacer una pausa en la vida; es como poner un separador entre las primeras páginas pero adelantándose a leer el final. De pronto no entendía por qué en mi armario había tantos tenis si yo había vivido durante tres meses con sólo dos pares de sandalias. Todos aquí pensaron que con mi "huída" había perdido el tiempo pero no, simplemente jugué con él; me brinqué los días, los meses. Agradecí haber estado aislada y no haber podido escapar de mi consciencia. Me deshice de mucho miedos y adquirí otros: no es fácil volver a entrar a la crisálida después de la metamorfosis, las alas ya no caben.
Los dos últimos meses de 2009 resultaron exhaustivos. Creí que nadie estaba listo para ver mis alas. Así fue, así es. Desde el primer día de 2010 empecé a hacer añicos la percepción de los demás sobre Yerem. Antes de viajar yo tenía cuatro empleos y estudiaba: durante el viaje había hecho una pausa en mis estudios e incendié el "futuro prometedor" que siempre se reía de mí desde lo lejos.
Cuando la decepción de los demás alimenta el espíritu, uno sabe que va en el riel adecuado y a la velocidad precisa. Me acepté burlona, me acepté incorrecta, dejé ver lo que no nunca se había visto de mí, el karma me hizo un guiño y puso en mi cama a un comprometido -comprometido con quién sabe qué--, escogí a la carta a algunos hombres, sí: para cenar; me alegré al ver a mi amiga caminar hacia el altar y me regocijé en la seguridad de que no voy a recorrer ese camino, corrí todos los riesgos que quise, jugué con las distorsiones, perdí a mi abuelo y gané otra perspectiva de la vida, me enamoré yo sola, sin nadie más, y nunca lo había confesado hasta hoy; me enamoré profundamente y me volví loca entre suposiciones, vomité mis entrañas y me las tragué de nuevo, mi escritura dejó de ser secreta y hacerme radiografías dejó de ser necesario pues mi estructura ósea empezó a ser lo más superficial en mí. 2010, gran año.

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