miércoles, 15 de diciembre de 2010

No como las de San Agustín, pero "Confesiones" a fin de cuentas.

Escribir como ejercicio para colar el pensamiento: que se quede lo bueno, que se vaya el cascajo. Hago uso de la organización de ideas como antídoto contra mi hermetismo. La escritura es el único medio a través del cual puedo abordar lo que siento o hacer el hueco aún más grande. Intento, a través de ésta, exponer verdades, mentir y desmentir, inventar y destruir pensamientos. Pero, ¿para qué darle a la hoja en blanco atributos de psiquiatra? si la pobre no puede siquiera reproducir mi discurso puro, lo contamina sin excepción. Las personas que jamás escriben no lo comprenden. No entienden que miento, o que tomo los hilos de la verdad y los enredo a mi gusto en sus cabezas.
Hoy, la escritura como fuga, como confesión restringida. Tengo ganas de hablar de lo inefable y de mofarme de mí misma hasta que revienten los nervios de mis ojos. ¿En dónde más podría montar esta pantomima si no es entre las letras?
Si las palabras me otrogan la licencia de confesar lo inconfesable, diría que estoy oscilando entre el umbral del amor y el de la soledad. Los confines de la soledad a los que estoy tan acostumbrada, pues yo soy de las que, día a día, abren los ojos para descubrir el horizonte vacío de la cama, soy de las que si tienen frío se cobijan y ya; pero el día de hoy no comprendo por qué bastarme a mí misma se ha vuelto tan complicado. Me tengo prohibido cruzar la línea, pero las restricciones no sólo las produje yo. Me siento bajo un baño de miradas que surgen de una fuente incierta. Estoy parada en las líneas más difusas del mapa, pues ¿qué puede ser más ridículo que transformar la solidez de una amistad en la inconsistencia de un amor, que es el sentimiento destructor por antonomasia? Se desmiente o se confiesa cuando existe un mínimo de convicción de que las palabras serán constructoras, yo, en este momento, busco la mordaza más resistente para rechinar los dientes y así mitigar la frustración, aunque pinche mordaza: no funciona. Y si mi cariño se pierde entre el camuflaje de la amistad, ¡que se pierda! y que mi juicio funja como estupefaciente para esta pila de irracionalidad que estoy tratando de disolver.

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