miércoles, 16 de diciembre de 2009

Brindis académico

Pues el jueves pasado que no sé qué fecha era --llevo como 5 meses sin saber la fecha-- fui al brindis de fin de año de la Academia Mexicana de la Lengua; luego entonces fue uno de los eventos más aristocráticos a los cuales he asistido. Antes mis amigos y yo pasamos a un café de la Zona Rosa que está padrísimo, es como cincuentero y a donde voltees ves cafeteras. Yo me tomé un "Pin pon", cuando pregunté qué era eso la mesera me dijo: "Pin pon es un expreso..." y la interrumpí y le dije: "¿muy guapo y de cartón?" --duuhhhh, ya sé-- pero no, era un expreso como con lechera y leche leche, servido en un vasito transparente.



   La celebración fue en el edificio de la Academia Mexicana. Todo el lugar estaba decorado con flores blancas y con velitas. Había un trío de cuerdas amenizando la velada. Los académicos estaban todos trajeaditos y sus esposas tapizadas de perlas y envueltas en sus abrigotes y traían unos peinadazos. Nos sentamos en el jardín, que era en donde había lugar y el frío ni se sentía porque había muchos calentadores de esos que parecen lamparotas. Los lugares estaban comodísimos: los académicos no se iban a sentar en sillas metálicas cubiertas con poliéster blanco, no señor; había sillones negros encima de alfombras colocadas en pleno pasto húmedo y en medio de cada conjunto de asientos había una mesa de centro con flores y unas lamparitas cúbicas con una velita dentro. En cuanto llegamos inició la tomadera, parecía que a los meseros les habían ordenado poner ebrios a todos en la reunión porque no permitían que las copas se vaciaran ni a la mitad; cuando menos te dabas cuenta tu bebida estaba de nuevo como si no le hubieras tomado un solo trago. Los bocadillos  nos ayudaron a retardar la embriaguez: endivias con langosta, calamares empanizados, quiche de espinaca con queso, chiles Aguascalientes --guajillos rellenos de picadillo con nogada--, salmón, empanaditas argentinas, fresas cubiertas con chocolate, bocadillos de strudel de manzana y otras deliciosidades. Debido a la naturaleza del evento me fui de vestidito y tacones ¡ni me veía mugrosa! hasta me enchiné el pelo, imagínense. No sé como le hice para no azotar porque entre los tacones que se enterraban en el pasto y el vino que namás no ayudaba tuve que concentrarme mucho en mis movimientos y a mí no se me da ningún tipo de concentración. A pesar de las cantidades industriales de alcohol no hubo desfiguros por parte de los académicos, lo más escandaloso fue la cantada a todo pulmón y el bailongo que sí duró un buen rato y del que yo me hice partícipe; con mucho éxito por cierto ya que mi acompañante era un veracruzano que trae el ritmo en las venas. 







      Después de la Academia mis amigos y yo tuvimos ganas de rodearnos de gente menor de cincuenta años y fuimos a la casa de un amigo sobre Av. Universidad a continuar la fiesta. Unas horas después desayunamos chilaquiles en La casa del pan en Coyoacán. Fue un buen comienzo de viernes. 


friteando en Coyoacán

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