Como nos bajamos en metro Salto del agua para llegar a la iglesia y ya era de noche, en el camino me dio mello pero caminar por el centro es tan agradable que mi despriocupé, no sin dejar de estar al tiro porque estas épocas son más peligrosas.
Cuando terminó la sesión de canto nos invitaron a la parte de atrás de la iglesia a tomar café y galletas; chido porque hacía frío. Estuvimos platicando con el padre de la parroquia y nos contó que él perteneció a un grupo de mariachis. Yo no me lo podía imaginar, el señor se veía bien ñoño, así con su chalequito de estambre y peinado de raya al lado, con lentes y todo.
Al salir de la iglesia vi un lugar llamado "El gallo de oro" y me sonaba, pregunté que qué era ahí y me dijeron que una cantina. Me dieron ganas de entrar pero ya estaba cerrado. Ni modo.
Del centro me fui a la escuela de música de donde era el coro. Ni sé a qué fuimos pero de pronto sacaron la botella de ron y supuse que fuimos a chupar jaja, yo como siempre de ñoñísima ni tomé nada pero estuve agusto porque el chisme estaba bueno. Resulta que en el backstage parroquial una de las chicas del coro --¡¡¡uuuuu!!! (qué tonta soy)-- les regaló a todos los integrantes unos distintivos navideños, que no eran lo más bonito del mundo pero que no se veían mal, estaban ad hoc con la ocasión; y una de las sopranos se reveló y frente a la compañera que había hecho algo de tan buena fé, arrojó al suelo el distintivo y se negó a portarlo porque según ella estaba muy pinchi. Chiaaaa... ¿por qué se manchan con la bandera? Pues los directores del grupo pusieron a la rebelde en su lugar y la chavita se fue enojadísima pero ps cómo no la van a regañar, su actitud fue lo que le sigue de infantil. No entiendo por qué la banda es tan intensa a veces.
Pa´que vean que yo voy a la iglesia aunque sea en viernes.
Ahora siento la necesidad de ir al Gallo de oro
tenx for de diner!!!
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